Se puede decir que el lago de Ypacaraí es todo un símbolo del Paraguay. Gracias al folklore paraguayo se conoce en todo el mundo y es un punto de visita obligatoria para los turistas que visitan el país. Se alimenta de una serie de afluentes y a su alrededor han crecido centros turísticos importantes, como Areguá o San Bernardino.
Una bonita leyenda se hace eco de la génesis de esta masa de agua: corría el año 1603 cuando se abatió sobre la región una terrible sequía. Tan sólo un manantial continuaba dando agua, por lo que era custodiado estrechamente por los lugareños. Diose la circunstancia que pasó por allí una madre que suplicó un poco de agua para su pequeña hija sedienta. Al serle denegada la niña falleció, por lo que la madre, dolorida y enfurecida, maldijo aquella tierra, e inmediatamente surgió un descomunal torrente de agua que inundó la región y arrasó los poblados.
Aquí se mezcla la leyenda con la realidad, pues entra en escena un personaje histórico: el padre Fray Luis de Bolaños. Era éste un fraile franciscano natural de Bolaños de Calatrava, Ciudad Real (aunque otras fuentes sitúan su nacimiento en Marchena, Sevilla), que partió hacia el nuevo mundo en 1572 en la expedición del adelantado Juan Ortiz de Zárate y se afincó en Asunción. Pronto se hizo famoso por su labor entre los naturales, ya que fue pionero en la creación de las conocidas reducciones, pues desde el primer momento luchó por sedentarizarlos, dado que eran eminentemente nómadas. Se le ocurrió construir viviendas e iglesias de piedra en las tekoha o asentamientos de paso, con vista a arraigarlos a la tierra, al tiempo que les enseñó modernos métodos de cultivo que hicieron innecesaria la vida nómada. En su haber, hasta su muerte en 1629, tenemos la creación de 14 de estas reducciones así como una gramática de la lengua guaraní y una traducción a este idioma del Catecismo, que se aprobó en 1603.
Pues bien, los aterrorizados guaraníes habrían pedido al buen fraile que intercediera ante Dios para que los librara de la maldición y Fray Luis así lo hizo bendiciendo las enfurecidas aguas, que se retiraron, quedando como recuerdo un gran lago, al que se le llamó Ypacaraí. Según algunos, su etimología vendría de los vocablos guaraníe "y", agua y "karaí", bendita, aunque otros afirman que la procedencia podría ser de "ypa", lago" y "karaí", bendito.
Sea como fuere, la tradición ha conservado este nombre para una de las maravillas que hay que ver cuando se va a Paraguay.