Todo viajero que acuda a Paraguay no puede dejar de visitar un lugar muy cercano al Santuario de Caacupé donde se nos presenta otra muestra de la devoción Mariana del pueblo paraguayo: el Tupãsy Ykuá, o Pozo de la Virgen.

Cuenta la historia que desde tiempo inmemorial existió en la zona un ybú (manantial) de donde se surtían de agua los vecinos. Durante los tristes años de la guerra de la Triple Alianza, los niños que lo frecuentaban comenzaron a contar que allí veían a una hermosa mujer de larga cabellera rubia que se refrescaba en el agua del ybú, y, aunque no hablaba, cuando ellos se acercaban les aconsejaba que tuvieran fe en Dios y confiaran en Él. Aunque nadie los creía porque no podían comprobar la veracidad de la aparición, en aquellos momentos de tribulación se comenzó a extender la especie  de que se trataba de la Virgen que se veneraba en el cercano oratorio.

En esta circunstancias llegó una mujer muy devota de la Inmaculada Concepción -doña Carlota Ozuna Aponte- que huía de las tropas enemigas, y convenció a los lugareños de que en realidad se 

trataba de la Virgen. Pidió al dueño de aquellos predios que le cediera el trozo de tierra donde manaba el manantial, lo cercó y construyó encima una protección en forma de tatakuá (horno típico). Ya por entonces se comenzó a conocer el venero como “Pozo de la Virgen” o, en lengua guaraní, “Tupasy Ykuá”.

Junto al pozo fue erigida una pequeña iglesia -Tupaõ Tuja- en honor de la Virgencita Milagrosa, 

que posteriormente fue sustituida por una réplica levantada en 1980, que es la que se puede contemplar actualmente y a cuyo lado, se encuentra la tumba de Mons. Isaac González.

Todos los peregrinos que acuden a Caacupé beben el agua que mana del pozo e incluso se lavan con ella asegurando que produce un gran bienestar espiritual y hasta puede curar males físicos.