La Virgen de los Milagros, de Caacupé o Virgencita Azul es una de las imágenes más venerada de Paraguay.
Su aparición data del siglo XVII, envuelta en un halo de leyenda-realidad que ha llegado hasta nuestros días.
Pero vayamos al comienzo. Se cuenta que hacia el año 1600, un indígena guaraní que vivía en las cercanías de Tobatí, llamado José, habría bajado al Valle de Ytú. Según algunas versiones en busca de madera para tallar, pues era escultor de oficio; otras versiones no hacen mención a esta circunstancia. El caso es que durante su andadura por el valle tuvo la desgracia de toparse con una partida de indios mbayas, enemigos acérrimos de los españoles y de la religión traída por ellos y de la cual era practicante José. Sea por la circunstancia del cristianismo de nuestro amigo o por pertenecer a una tribu enemiga de los mbayas, la cuestión es que estos comenzaron a perseguirlo con intenciones poco amistosas.
José, siendo consciente que su vida estaba en claro peligro, se encomendó a la Virgen, recibiendo de Élla el siguiente aviso: “ka’aguy kupépe”, que podríamos traducir libremente por “intérnate en el bosque y escóndete tras las hierbas”. Así lo hizo; sin dudarlo, se refugió tras un corpulento tronco de yerba mate (ka’a) y esperó los resultados. Según algunas versiones la Virgen lo hizo invisible, pero la mayoría se inclina por la versión de que los mbayas no pudiendo encontrarlo abandonaron la persecución.
Sea como fuere, José, en agradecimiento a la Virgen, le prometió tallar una imagen suya con la madera del árbol que le había salvado la vida.
Y no una sino dos fueron las imágenes esculpidas por José; una primera, mayor, que tuvo como destino la ciudad de Tobatí; y otra más pequeña que, posiblemente, habría guardado para sí.
Al llegar a este punto, la historia no nos aclara qué ocurrió con la talla de Tobatí; sólo se sabe que desapareció. Unos dicen que fue saqueada y destruida por los mbayas (la actual que existe en esta ciudad es una réplica).
Pasados algunos años, una gran inundación asoló la zona poniendo en peligro la existencia del asentamiento. Fue la intervención del P. Luis Bolaños la que evitó el desastre al bendecir las aguas, que retrocedieron y dieron lugar al lago de Ypacaraí (Y, agua; karaí, bendita). Y en este lago recién formado apareció un envoltorio que al ser abierto reveló que contenía una imagen de la Virgen.
La piedad popular conectó enseguida esta imagen con la tallada por José para su casa. Es posible que, debido a que el que la encontró y rescató del lago era carpintero en Atyrá y se llamaba también José, diera pábulo al nacimiento de aquella figura mítica del escultor autor de la imagen.
Nuestro José, el carpintero, solicitó de los religiosos que le permitieran quedarse con la imagen, a lo que estos accedieron y el hombre construyó un pequeño oratorio en los alrededores para dar culto a la Virgen. Con el tiempo, alrededor del oratorio fue creciendo un asentamiento que recibió el nombre de Los Ytuenses. Más tarde, y ante la expansión del lugar, los religiosos pidieron ayuda al carpintero para fabricar casas donde alojar a los cristianos que procedían de Atyrá para adora a la imagen, que ya se conocía como la Virgen de los Milagros. José estuvo de acuerdo y eligió un lugar adecuado en las cercanía al que puso por nombre ka’aguy kupépe, en recuerdo del milagro de la Inmaculada para con su tocayo antecesor.
Ya en 1765 se conocía la zona como Valle de Caacupé, y el 4 de abril de 1770 se fundó oficialmente la ciudad de Caacupé, alrededor del primitivo oratorio.